martes, 24 de abril de 2007

Ya tenemos portada


Y como siempre, me parece un trabajo magnífico.

miércoles, 4 de abril de 2007

En un Heinkel 112-B2


— Les veo —comunicó el alférez Marchena—. Un poco más abajo. Llevan dirección este.
El teniente de Sobarriba se detuvo a estudiar la situación. De frente, todo el perfil de la costa que se dibujaba en el nublado día que se había levantado en el norte de África, mientras el techo de nubes opacas se situaba a apenas trescientos metros del nivel de mar. Eso evitaba las sombras y contrastes que proporcionaba la luz del sol y por tanto dificultaba seguir las evoluciones del avión que se persiguiera.
Se acercaron un poco más para tener constancia visual del tipo de aparatos y la confirmación de su nacionalidad. Al poco, el teniente, más avezado que el alférez Marchena, dio por seguro que se trataban de los dos Spitfire británicos anunciados por los puestos de observación y escucha. Seguramente serían de la base de Gibraltar, aunque estuvieran en ese momento patrullando la línea de costa, y más cerca de las posiciones aliadas tras el desembarco en Orán que de su base en la colonia británica en el estrecho.
— Vamos a dejarnos ver. Creo que no nos han visto, así que dejémosles pasar y nos ponemos a su cola. A cierta distancia y más altos.
— Tendremos el sol de cara —le contestó el alférez.
— Sí, lo sé, y ellos también. Pero no creo que pase nada. Además, en teoría están saliendo de nuestro espacio aéreo, por lo que nos limitaremos a seguirles y darles escolta.
Ambos cazas hicieron un giro que les colocó alrededor de cien pies por encima de los dos aviones británicos y tras ellos. El techo de nubes casi rozaba la carlinga de los aviones españoles. Cuando terminaron el giro, picaron suavemente el morro hacia el mar y con un descenso suave y sin sobresaltos, se colocaron en la posición que el teniente había fijado. Álvaro de Sobarriba se quedó mirando la estilizada figura de los cazas ingleses. Sintió un punto de envidia pensando en que quizás aquellos dos pilotos habían estado inmersos en la batalla de Inglaterra.

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sábado, 13 de enero de 2007

3 de marzo de 1943


El derribo de Miguel Entrena Klett sucedió en verdad. Ese día, el citado teniente español, derribó con su Heinkel 112-B2 a un P-38 norteamericano de la formación de 11 que había violado el espacio aéreo español.
En anteriores ocasiones en que aviones norteamericanos habían traspasado las fronteras aéreas españolas no había sucedido nunca un suceso parecido. Ni siquiera cuando unos C-47 cargados con paracaidistas lo hicieron.
¿Por qué entonces el 3 de marzo sí? ¿Hubo órdenes explícitas para ello? ¿Actuó por su cuenta el piloto español?, ¿porqué no sucedió nada entre los aliados y los españoles?
Son preguntas que quedan en el aire, y que quizás Los Demonios de Azul, en su unión de ficción e historia, pueden resolver.

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